El equipo de Emergencia y Respuesta Inmediata de la Comunidad de Madrid (ERICAM), formado por bomberos, sanitarios y unidades caninas, llegó a Marruecos 48 horas después de que se produjera el terremoto del pasado viernes. Desde su campamento, en Talat N’Yacub, una de las localidades más afectadas por el seísmo, su responsable, Annika Coll (53 años), explica las dificultades para encontrar víctimas vivas debido a la dispersión de las aldeas más golpeadas, el tipo de edificación y la destrucción de las carreteras que produjo el seísmo.

Pregunta. ¿Cuál ha sido su primera impresión sobre la gestión de esta catástrofe?

Respuesta. Nos sorprendió bastante lo bien que habían coordinado la recepción de la ayuda internacional, por lo menos la española. Cuando llegamos, nuestro Ministerio de Asuntos Exteriores —pero también la Protección Civil marroquí— habían preparado ya vehículos para transportar el material y las personas con conductores que además nos podían ayudar a hacer de intérprete si era necesario. Y es una cosa que no es tan fácil en una situación de catástrofe.

P. ¿Cuáles han sido sus tareas aquí?

R. Al principio estuvimos evaluando la zona a la que llegamos, Talat N’Yacub. Dos personas hicieron una evaluación rápida de todo el pueblo, mientras otros evaluaban algunos puntos concretos que nos indicaron. Después pasamos a la búsqueda y rescate. Hemos buscado los sitios que nos han indicado los equipos marroquíes con los que nos estamos coordinando. Estamos aquí para ayudarles. Ellos son los que nos han ido poniendo tareas.

P. ¿Estamos ante un terremoto similar al de Turquía?

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R. No, en absoluto. Es muy diferente. La extensión de la zona afectada es la gran diferencia. En Turquía afectó a ciudades grandes con mucha densidad de población, con estructuras complejas de edificación, en las que hace falta equipos muy especializados para poder detectar a las víctimas. Aquí estamos en zonas rurales con mala accesibilidad, con un tipo de construcción con adobe, muy rural y muy característica de aquí. Además, hay muchas casas con una base de adobe y por encima hormigón armado. Es una edificación muy peculiar que, ante un terremoto, no responde nada bien y se derrumba totalmente.

P. ¿Qué posibilidad hay de encontrar a personas vivas?

R. Eso es muy difícil de decir. En general, según va pasando el tiempo, cada vez hay menos probabilidad de encontrar víctimas vivas. Siempre se habla de las primeras 72 horas [después del terremoto], que es cuando de verdad es la ventana de oportunidad de un rescate [de víctimas vivas], sobre todo las primeras 24 horas. Según avanzan los días, hacen falta más medios especializados, porque las víctimas que van quedando no las han podido sacar con los medios locales. A partir de las 72 horas hay menos posibilidad de que la gente sobreviva entre los escombros. Pero en Turquía rescatamos una mujer que sobrevivió después de casi siete días. Son casos milagrosos, una estadística muy pequeña.

P. ¿Cómo influye este tipo de edificación de adobe en las posibilidades de supervivencia?

R. Muchísimo. Por una parte, por cómo es el colapso. Es un tipo de colapso que genera pocos huecos de vida. Son como trocitos de piedra que se quedan amontonados. Es lo contrario que las estructuras de hormigón que, al colapsar, generan planos inclinados que dejan huecos en medio. Si no tienes un hueco de vida, no hay forma de que sobrevivas. Aquí es un trabajo un poco más de desescombro, es más peligroso porque es más inestable para nosotros. Se puede caer toda una montaña de piedras y no es tan fácil apuntalar.

P. ¿Cómo se han encontrado lo que ha quedado en pie?

R. En este pueblo concreto, casi no había ninguna casa en pie que no tuviese unos daños estructurales graves. Por eso la gente duerme en la calle. Las casas, en general, están muy inestables.

P. ¿Cómo ha sido la coordinación común con sus compañeros marroquíes?

R. Diría que muy buena. Les hemos ayudado a hacer las evaluaciones que ellos nos indicaban, pero sobre todo hemos estado colaborando con ellos para el rescate de fallecidos, que aquí ya los tenían localizados, y algunos heridos también.

P. ¿Qué tipo de equipo y de material han aportado ustedes?

R. Llevamos material para búsqueda: los perros, cámaras fibrilares [para buscar entre los escombros], dispositivos acústicos para oír a la gente… Y luego llevamos herramientas de corte y sobre todo de corte de hormigón, de madera, de metales, de acero. Cuerdas, por si hay que usarlas para rescatar, para hacer una tirolina, subir y bajar material y personas. Y también material para poder apuntalar edificios.

P. ¿Cuáles son las principales necesidades de la población local?

R. Sin ser expertos en evaluación de ayuda humanitaria, lo que sí que se ve claramente es que las casas ya no están habitables. La mayoría están viviendo en la calle. Estamos todavía en una época que no hace frío, pero empieza a refrescar por las noches. Una de las necesidades que tiene es alojamiento temporal y después, el definitivo. Y no solo son las casas, son los colegios, son los hospitales… Las infraestructuras esenciales.

P. ¿Qué lección tendría que sacar Marruecos de esta catástrofe?

R. Creo que las catástrofes se definen porque precisamente suelen hacer que todo lo que hemos preparado no funcione. Se podrían adoptar medidas para prevenir los deslizamientos de terreno en las carreteras por si hubiera otro terremoto. Uno de los grandes problemas es que se trata de zonas poco accesibles, que ya se tarda en llegar porque son remotas, pero además con carreteras por las rocas que se han desprendido. El gran problema es que hay pueblos a los que no se podía llegar, había que ir con helicóptero. También habría que revisar la edificación cuando se vaya reconstruyendo. Hay que tener en cuenta que se trata de una zona con actividad sísmica y habría que intentar construir intentando prevenir colapsos.

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