Presta atención a la siguiente comparación. Allá por el siglo VI, en la ciudad medieval de Istria (Rumanía), los hombres y mujeres recibieron un trato tan profundamente desigual que ellas sufrían los portales mayores de traumatismos y desnutrición del conjunto de la sociedad. Quince siglos más tarde, en exactamente ese mismo lugar, las desigualdades entre hombres y mujeres persisten con fuerza y ​​​​se reflejan, por ejemplo, en un menor acceso de las mujeres al mercado laboral estás perdido puestos de trabajo. ¿Existe algún vínculo entre estos dos escenarios de discriminación o es simplemente casualidad? Según argumentó un estudio de la Universidad de Washington en St. Louis, las desigualdades de género podrían estar ‘enquistadas’ en algunas ciudades más que en otras justamente por esta herencia cultural.

La investigación, publicada este mismo meses en la revista científica ‘PNAS’, presenta los siguientes datos. Por un chico, analiza más de 10.000 restos dentaless copiado es casi 140 yacimientos medievales de diferentes puntos de Europa y, desde ahí, estudió la discriminación de género que había durante la Edad Media en estos lugares. Por otro lado, rastrea estudios para ver qué tipo de género desigualdades persisten en estas mismas ciudades en la actualidad. El resultado ? Según apunta el análisis, las personas que viven en áreas donde históricamente se han favorecido los hombres por encima de las mujeres siguen mostrando más desigualdades de género respecto a las ciudades donde ha habido un trato más igualitario entre géneros.

Valores heredados

«Muchos de los de sesgos de género que existieron durante la Edad Media todavía se reproduce en acciones contemporáneas«, destaca la investigadora Margit Tavits, primera autora de este estudio. Esto explicaría por qué, sopesar los avances logrados por el feminismo en los últimos siglos, hay lugares donde la discriminación hacia las mujeres está más ‘enquistada’ que en otros. Los autores de este análisis argumentan que, «de la misma manera que heredamos el ADN de nuestros antepasados», también heredamos un conjunto de costumbres y valores que caracteriza a una determinada sociedad.

«Muchos de los de sesgos de género que existieron durante la Edad Media todavía se reproducen en actos contemporáneos»

Margit Tavits

Naciones Unidas ejemplo muy claro, y completamente opuesto al de la ciudad de Istria, es el de la localidad lituana de Kėdainiai (antes conocido como Plinkaigalis). El estudio de 157 esqueletos del año 550 dC desvela que la sociedad de la epoca dispensó un trato bastanteitario igual para hombres y mujeres. La búsqueda de signos de desnutrición o trauma no destaca una mayor incidencia en un género que en otro y, además, otros estudios bibliográficos destacan la existencia de políticas para proteger los derechos de las mujeres en el Medievo. Más de 15 siglos después, los índices de igualdad siguen gozando de buena salud en la ciudad. Hombres y mujeres tienen Tasas de empleo y de acceso a la política similares y, según destacan algunos estudios, existe bastante consenso ciudadano sobrio sobre la necesidad de impulsar medidas contra la discriminación.

El análisis encuentra una clara relación entre los niveles de discriminación de género en la antigüedad y los que persisten a día de hoy. «Estos sesgos sobrevivir a cambios socioeconómicos y políticos monumentales como la industrialización y las guerras mundiales», destaca el estudio. La única excepción a esta regulada se encuentra en aquellos lugares en los que se experimentan un «reemplazo de poblacion abrupto ya gran escala«, como una pandemia o un desastre natural. En estos lugares no solo se observan cambios abruptos en la población sino que, además, las dinámicas entre hombres y mujeres también cambiaron.

La estructura del patriarcado

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¿Significa esto que la transmisión de valores es lo único que justifica la persistencia de las desigualdades de género en nuestra sociedad? Tavits, como autor de este análisis, argumentó que in parte sí y que, justamente por eso, with times es tan complicado hacer frente a unas «creencias sexistas profundamente arraigadas» en una determinada sociedad. «Nuestros mensajes es que, más allá de las políticas concretas para fomentar la igualdad de género, debemos junto a las fuerzas culturales que canalizan estas creencias», destaca la experta tras la publicación de esta última investigación.

Sobre este debate se muestra mucho más escéptica la historiadora Almudena Hernán, catedrática de Prehistoria y miembro del Instituto de Investigaciones Feministas de la Universidad Complutense de Madrid. Según explica esta científica en declaraciones al Science Media Center España, hablar de estas discriminaciones solistas como una «reliquia» de la antigüedad podría enombrecer explica más estructurales como, por ejemplo, el rol que han jugado las normas de género (y el patriarcado) en la construcción del orden social.